Puede ser que en la revisión ginecológica tu médico te haya dicho que tienes un prolapso. Es un término poco conocido (coloquialmente las pacientes dicen: tengo la vejiga caída), pero es un problema muy frecuente. Aproximadamente una de cada 3 mujeres lo padece, y esta proporción va aumentado con la edad.
El término “prolapso” hace referencia al descenso de una parte o la totalidad de algún órgano pélvico (no sólo la vejiga) a través de la vagina. En futuros posts veremos los tipos y grados que existen. Hoy vamos a explicar las causas por las que éstos aparecen. Así entenderemos qué podemos hacer para evitar su aparición o progresión.
Función de sostén
Una de las funciones del suelo pélvico es la de servir de sostén a los órganos que están alojados en la pelvis. De forma muy simplificada, podemos imaginar que estos órganos descansan sobre una hamaca formada por los músculos y ligamentos que constituyen el suelo pélvico. Aunque si éste fuera el único mecanismo de sostén, tendríamos las vísceras pélvicas aplastadas sobre esta hamaca. Pero no es tan sencillo.
Se mantienen “suspendidas” gracias a estructuras de tejido conectivo que conectan dichos órganos con las paredes abdominales, a modo de pilares. Éstos se dirigen hacia la parte anterior, hacia los laterales y hacia la parte posterior. Y contribuyen de este modo a mantener una adecuada estática pelviana.
Cuando todas estas estructuras se mantienen intactas, y la distribución de las presiones dirigidas hacia el abdomen es la adecuada, la estática pelviana se mantendrá íntegra. El problema aparece cuando falla uno de estos dos mecanismos o, como sucede en prácticamente todos los casos, ambos.
¿Qué factores contribuyen a la aparición de los prolapsos?
La alteración de las estructuras anatómicas que hemos mencionado se produce típicamente a lo largo del embarazo (por distensión de los tejidos). Y sobre todo durante el parto (casi siempre en relación con desgarros o episiotomías, y partos instrumentados). En ocasiones esto también puede suceder en determinadas cirugías pélvicas o abdominales. En cualquiera de estas situaciones, al fallar el soporte o la suspensión, se altera la posición adecuada del órgano afectado, que quedará caído (vejiga caída). El hecho de que este tipo de prolapsos se produzcan exclusivamente en mujeres, se debe a la existencia del hiato genital (el orificio vaginal o canal del parto). Éste es el punto débil por donde “asomarán” las estructuras que dejen de estar bien fijadas.
El segundo factor que contribuye a la aparición o progresión de un prolapso es la mala gestión de las presiones. Cuando realizamos determinadas actividades cotidianas se produce un aumento de presión sobre el periné: gestos como la tos o el estornudo, hábitos regulares como la defecación, las tareas de la casa o la actividad deportiva de impacto.
Si cada día al hacer deposición realizamos un esfuerzo inadecuado, estaremos “empujando” nuestro prolapso a esa zona de debilidad. Esto provocará su avance progresivo (puedes leer aquí una forma de evitarlo). En personas estreñidas, este esfuerzo será mucho mayor, y el efecto sobre los órganos pélvicos será más evidente. Mujeres con tos crónica o aquéllas que trabajan levantando cargas son otros ejemplos de personas con riesgo de tener la vejiga caída. También las aficionadas a los deportes de impacto.
Ahora ya sabemos por qué aparecen los prolapsos. En próximos posts, explicaremos las medidas que podemos adoptar para prevenirlos. Y qué podemos hacer para evitar su progresión si éste ya se ha instaurado.
Fotografías: TheaRomitiphotos y Tina Franklin on Flickr
1 comentario :
me gusto mucho su blog, tiene contenidos que me agradan mucho para leer .. un abrazo grande espero visitar nuevamente su portal informativo
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